Los hermanos que convirtieron una hielera en un imperio llamado YETI
De cazar y pescar a cotizar en bolsa: el viaje empresarial de los fundadores de YETI
🎓 Un consejo que lo cambia todo
En una ceremonia de graduación en USC, Jimmy Iovine compartió una frase que se me quedó grabada:
“No se trata de ti. Se trata del panorama completo.”
Ese pensamiento volvió a mí hace poco mientras estudiaba la historia de dos hermanos texanos que lograron algo extraordinario. No porque rompieran las reglas del juego… sino porque entendieron cómo jugarlo diferente.
Y todo comenzó con una hielera.
🏠 Herencia emprendedora: el inicio en casa
Ryan y Roy Seiders crecieron en una familia emprendedora. Su padre, Roger, era pescador y fabricante ocasional de soluciones prácticas: cuando tuvo que comprar 100 galones de resina epóxica para un proyecto y solo usó ocho, decidió vender el resto bajo la marca Flex Coat. Lo que empezó como un experimento casero se convirtió en una empresa, y sus hijos crecieron acompañándolo a ferias de pesca y ayudando a vender.
🎯 No una idea, sino un problema real
El espíritu emprendedor ya vivía en ellos, pero no tenían una gran visión ni un PowerPoint con proyecciones de millones. Tenían algo más poderoso: conexión con el problema.
Ryan fundó su primer negocio —Waterloo Rods— y lo vendió ocho años después por $185,000. Con ese dinero, se tomó un sabático para cazar y pescar. Roy, su hermano menor, también emprendía: desde bancas plegables para disparar hasta adaptar botes de aluminio para pescar truchas y róbalos. Fue ahí donde apareció el detalle que lo cambiaría todo: los botes necesitaban hieleras resistentes, y las que existían no duraban.
📦 Grandes empresas nacen entre cajas y cinta
La mayoría de la gente habría aceptado eso como un “así son las cosas”. Pero Roy no. Probó nuevas marcas. Se convirtió en distribuidor. Y cuando Ryan buscaba algo que hacer, terminó ganando $10 dólares por hora empacando y enviando hieleras.
Eso es lo hermoso de las grandes historias: comienzan desde lo cotidiano.
No con pitch decks, sino con cajas y cinta adhesiva.
La demanda crecía, pero las hieleras no eran perfectas. Buscaron nuevos fabricantes. Volaron a Tailandia. Fracasaron. Luego a Filipinas. Ahí encontraron al socio correcto. Con un rediseño mejorado, una necesidad clara en el mercado y una marca que aún no tenía nombre… nació YETI.
👉🏻 Foundations de una empresa distinta
De la historia de YETI, podemos sacar lecciones que guiaron su camino desde el día uno:
Mejora constante. El producto evolucionaba con cada comentario del cliente.
Crecimiento desde abajo. Ferias. Tiendas especializadas. Sin grandes cadenas.
Autonomía total. Sin capital de riesgo. Inversión en reputación.
⚠️ Crisis, decisiones clave y crecimiento
El primer año vendieron $500,000. Luego duplicaron. Todo iba bien… hasta que no.
el dueño de su planta en Filipinas fue asesinado. Solo quedaban dos contenedores.
¿Qué hicieron?
Subieron precios. Y la gente siguió comprando. Abrieron una planta propia. Usaron moldes italianos para mejorar producción. Convirtieron la adversidad en evolución.
Para 2012, tenían $40 millones en ingresos, 20 empleados, y un solo producto: la hielera. Una firma de private equity compró dos tercios de la empresa por $67 millones. Ryan y Roy se quedaron como consejeros y guardianes de la visión.
Presentaron la idea a la junta: vasos térmicos de 20 y 30 oz. La respuesta: “El mercado es muy chico.” El resultado: $150 millones en ventas el primer año.
Tres años después, Ryan recibió un regalo: una botella térmica. Lo que parecía un gesto inofensivo resultó ser una revelación. Diseñaron dos vasos térmicos —de 20 oz y 30 oz— y los presentaron al consejo.
¿La respuesta? “El mercado es muy chico. Esto solo va a distraer.”
¿El resultado?
$150 millones en ventas. Solo en el primer año.
🧊 A veces, solo necesitas una hielera que no se rompa
Hoy, YETI es una empresa pública, vale más de $3.5 mil millones, y sigue expandiéndose con una comunidad fiel.
Correct Group, el fondo que creyó en ellos, multiplicó su inversión por 25.
Ryan y Roy viven conectados a lo que los inspiró desde el inicio: la naturaleza.
No tenían un plan maestro. Tenían sensibilidad. Escucha. Persistencia.
Y lo más importante: estaban lo suficientemente cerca del problema como para ver la oportunidad donde otros no la veían.
La historia de YETI me recuerda algo que Sam Walton solía decir:
“Si todos hacen las cosas de una manera, probablemente hay una oportunidad enorme yendo justo en la dirección contraria.”
Que nunca se nos olvide:
La grandeza rara vez empieza con un plan perfecto.
A veces… solo hace falta una hielera que no se rompa.
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